" Dícele Felipe: Señor, muéstranos al Padre, y eso nos basta. Le dice Jesús: Felipe: hace tanto tiempo que estoy con vosotros ¿y no me has conocido? El que me ha visto a Mí también na visto al Padre (Jn 14,8-9).
" Felipe: hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces? Pero ¿qué es esto? ¿Acaso eres tú el Padre por el cual yo pregunto? Responde Cristo: ¡No! Por eso no dijo: No lo has conocido; sino: No me has conocido, queriendo declarar tan sólo que no es el Hijo otra cosa sino lo que es el Padre, pero permaneciendo Hijo. ¿Por qué se atrevió Felipe a semejante pregunta? Había dicho Cristo: Si me conocéis a Mí, también habéis conocido al Padre. Y lo mismo había dicho varías veces a los judíos. Ahora bien, pues así los judíos como Pedro con frecuencia habían preguntado a Jesús quién era el Padre, y lo mismo había hecho Tomás, pero ninguno había recibido una respuesta clara, sino que aún ignoraban quién era, Felipe, para no parecer molesto, ni molestar a Jesús tratándolo a la manera de los judíos, en cuanto dijo: Muéstranos al Padre, añadió enseguida: Y eso nos basta. Ya no preguntamos más.
Cristo había dicho: Si me conocéis a Mí también habéis conocido a mi Padre, de modo que El por Sí mismo manifestaba al Padre. Pero Felipe invirtió el orden diciendo: Muéstranos al Padre, como si ya conociera a Cristo exactamente. Cristo no accedió, sino que lo volvió al camino, persuadiéndolo a conocer al Padre por el mismo Jesús. Felipe quería verlo con los ojos corporales, tal vez porque sabía que los profetas habían visto a Dios. Pero, oh Felipe, advierte que eso se ha dicho hablando al modo humano y craso. Por eso decía Cristo: A Dios nadie lo vio jamás y también: Todo el que oye el mensaje del Padre, viene a mí? Y luego: Vosotros jamás habéis oído mi voz, ni jamás habéis visto mi rostro. Y en el Antiguo Testamento? Nadie puede ver mi rostro y seguir viviendo.
¿Qué le responde Cristo?: Felipe: ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido? No le dice: Y no me has visto, sino: No me has conocido. Pero, Señor: ¿es acaso a Ti a quien quiero conocer? Yo quiero ahora conocer a tu Padre ¿y Tú me dices: no me has conocido? ¡No hay lógica en esto! Y sin embargo la hay y muy exacta. Puesto que el Hijo es una misma, cosa con el Padre, aunque permaneciendo Hijo, lógicamente Jesús manifiesta en Sí al Padre. Pero enseguida, distinguiendo las Personas, dice: El que me ha visto a Mí también ha visto al Padre, para que nadie diga que una misma Persona es Padre y es Hijo. Si el Hijo fuera al mismo tiempo Padre, no diría: Quien a Mí me ve también a El lo ve.
Mas ¿por qué no le dijo: Pides un imposible para quien es puro hombre? ¡Eso sólo a Mí me es posible! Como Felipe había dicho: Eso nos basta, como si ya lo viera, Cristo le declara que ni a El mismo lo ha conocido; pues si hubiera podido conocer a Cristo habría conocido al Padre ya. De otro modo: Ni a Mí ni al Padre puede alguno conocernos. Felipe buscaba el conocimiento mediante la vista; y como pensaba que ya conocía a Cristo, quería ver del mismo modo al Padre. Cristo le declara que ni a El mismo lo conoce.
Si alguien en estas palabras quiere entender por conocimiento la visión, no lo contradiré. Pues dice Cristo: El que me conoce, conoce también al Padre. Pero no es eso lo que quiere significar Cristo, sino demostrar su consubstancialidad con el Padre. Como si dijera: El que conozca la substancia mía, conoce por lo mismo al Padre. Instarás: pero ¿qué solución es ésa? También el que ve las creaturas conoce a Dios. Sin embargo, todos ven las creaturas y las conocen, pero a Dios no. Investiguemos qué es lo que Felipe anhela ver. ¿Es acaso la sabiduría del Padre o su bondad? ¡De ninguna manera! Sino qué cosa es Dios en su misma substancia. A esto responde Cristo: El que me ve a Mí. Quien ve las creaturas no ve la substancia de Dios. Cristo dice: El que me ve ha visto al Padre. Si El fuera de otra substancia no lo habría aseverado.
Para usar de un lenguaje más craso, nadie que no conozca el oro puede ver en la plata la substancia del oro, puesto que es imposible conocer una naturaleza en otra distinta. De modo que con razón Cristo increpó a Felipe y le dijo: Tanto tiempo he estado con vosotros. Como si le dijera: Tantas enseñanzas has recibido, tantos milagros has visto realizados por mi autoridad propia, cosas todas privativas de la divinidad y que solamente el Padre hace, como la remisión de los pecados, la revelación de lo íntimo y secreto, las resurrecciones, la creación de los miembros hecha mediante un poco de lodo ¿y no me has conocido?
Como estaba Cristo vestido de nuestra carne, dice: No me has conocido. ¿Has visto al Padre? No busques más. En Mí lo has visto. Si me has visto ya no investigues más con vana curiosidad: en Mi mismo lo has visto. ¿No crees que yo estoy en el Padre? Es decir: ¿que yo me presento en su misma substancia? Las cosas que Yo os manifiesto no son invención mía. ¿Adviertes la suma vecindad y cómo son una misma y única substancia? El Padre que mora en mí El mismo realiza las obras. Mira cómo pasa a las obras habiendo comenzado por las palabras. Lógicamente debió decir: El es quien pronuncia las palabras; pero es que toca aquí dos cosas: la doctrina y los milagros; o también quiere decir que las palabras mismas ya son obras.
Mas ¿cómo hace el Padre esas obras? Porque en otro lugar dice Cristo: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. ¿Por qué aquí dice que es el Padre quien las hace? Es para indicar con esto que no hay intermedio entre el Padre y el Hijo. Es decir: No procede el Padre de un modo y Yo de otro; puesto que en otra parte asevera: Mi Padre en todo momento trabaja y Yo también trabajo? En ese pasaje indica no haber ninguna diferencia, y aquí declara de nuevo lo mismo.
No te extrañes de que las palabras a primera vista parezcan algo rudas. Pues las dijo después de haber dicho a Felipe: ¿No crees? dando a entender que en tal forma atemperaba sus expresiones que arrastraran a Felipe a la fe. Conocía los corazones de sus discípulos. ¿Creéis que Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí? Convenía que vosotros, en oyendo Padre e Hijo, no preguntarais más, para confesar enseguida ser ambos una sola y la misma substancia. Pero si eso no os basta para demostrar la igualdad de honor y la consubstancialidad, aprendedlo recurriendo a las obras. Aquello de: Quien me ha visto también ha visto a mi Padre, si se hubiera referido a las obras, no habría añadido ahora: A lo menos por las obras creedme."
Cristo había dicho: Si me conocéis a Mí también habéis conocido a mi Padre, de modo que El por Sí mismo manifestaba al Padre. Pero Felipe invirtió el orden diciendo: Muéstranos al Padre, como si ya conociera a Cristo exactamente. Cristo no accedió, sino que lo volvió al camino, persuadiéndolo a conocer al Padre por el mismo Jesús. Felipe quería verlo con los ojos corporales, tal vez porque sabía que los profetas habían visto a Dios. Pero, oh Felipe, advierte que eso se ha dicho hablando al modo humano y craso. Por eso decía Cristo: A Dios nadie lo vio jamás y también: Todo el que oye el mensaje del Padre, viene a mí? Y luego: Vosotros jamás habéis oído mi voz, ni jamás habéis visto mi rostro. Y en el Antiguo Testamento? Nadie puede ver mi rostro y seguir viviendo.
¿Qué le responde Cristo?: Felipe: ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido? No le dice: Y no me has visto, sino: No me has conocido. Pero, Señor: ¿es acaso a Ti a quien quiero conocer? Yo quiero ahora conocer a tu Padre ¿y Tú me dices: no me has conocido? ¡No hay lógica en esto! Y sin embargo la hay y muy exacta. Puesto que el Hijo es una misma, cosa con el Padre, aunque permaneciendo Hijo, lógicamente Jesús manifiesta en Sí al Padre. Pero enseguida, distinguiendo las Personas, dice: El que me ha visto a Mí también ha visto al Padre, para que nadie diga que una misma Persona es Padre y es Hijo. Si el Hijo fuera al mismo tiempo Padre, no diría: Quien a Mí me ve también a El lo ve.
Mas ¿por qué no le dijo: Pides un imposible para quien es puro hombre? ¡Eso sólo a Mí me es posible! Como Felipe había dicho: Eso nos basta, como si ya lo viera, Cristo le declara que ni a El mismo lo ha conocido; pues si hubiera podido conocer a Cristo habría conocido al Padre ya. De otro modo: Ni a Mí ni al Padre puede alguno conocernos. Felipe buscaba el conocimiento mediante la vista; y como pensaba que ya conocía a Cristo, quería ver del mismo modo al Padre. Cristo le declara que ni a El mismo lo conoce.
Si alguien en estas palabras quiere entender por conocimiento la visión, no lo contradiré. Pues dice Cristo: El que me conoce, conoce también al Padre. Pero no es eso lo que quiere significar Cristo, sino demostrar su consubstancialidad con el Padre. Como si dijera: El que conozca la substancia mía, conoce por lo mismo al Padre. Instarás: pero ¿qué solución es ésa? También el que ve las creaturas conoce a Dios. Sin embargo, todos ven las creaturas y las conocen, pero a Dios no. Investiguemos qué es lo que Felipe anhela ver. ¿Es acaso la sabiduría del Padre o su bondad? ¡De ninguna manera! Sino qué cosa es Dios en su misma substancia. A esto responde Cristo: El que me ve a Mí. Quien ve las creaturas no ve la substancia de Dios. Cristo dice: El que me ve ha visto al Padre. Si El fuera de otra substancia no lo habría aseverado.
Para usar de un lenguaje más craso, nadie que no conozca el oro puede ver en la plata la substancia del oro, puesto que es imposible conocer una naturaleza en otra distinta. De modo que con razón Cristo increpó a Felipe y le dijo: Tanto tiempo he estado con vosotros. Como si le dijera: Tantas enseñanzas has recibido, tantos milagros has visto realizados por mi autoridad propia, cosas todas privativas de la divinidad y que solamente el Padre hace, como la remisión de los pecados, la revelación de lo íntimo y secreto, las resurrecciones, la creación de los miembros hecha mediante un poco de lodo ¿y no me has conocido?
Como estaba Cristo vestido de nuestra carne, dice: No me has conocido. ¿Has visto al Padre? No busques más. En Mí lo has visto. Si me has visto ya no investigues más con vana curiosidad: en Mi mismo lo has visto. ¿No crees que yo estoy en el Padre? Es decir: ¿que yo me presento en su misma substancia? Las cosas que Yo os manifiesto no son invención mía. ¿Adviertes la suma vecindad y cómo son una misma y única substancia? El Padre que mora en mí El mismo realiza las obras. Mira cómo pasa a las obras habiendo comenzado por las palabras. Lógicamente debió decir: El es quien pronuncia las palabras; pero es que toca aquí dos cosas: la doctrina y los milagros; o también quiere decir que las palabras mismas ya son obras.
Mas ¿cómo hace el Padre esas obras? Porque en otro lugar dice Cristo: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. ¿Por qué aquí dice que es el Padre quien las hace? Es para indicar con esto que no hay intermedio entre el Padre y el Hijo. Es decir: No procede el Padre de un modo y Yo de otro; puesto que en otra parte asevera: Mi Padre en todo momento trabaja y Yo también trabajo? En ese pasaje indica no haber ninguna diferencia, y aquí declara de nuevo lo mismo.
No te extrañes de que las palabras a primera vista parezcan algo rudas. Pues las dijo después de haber dicho a Felipe: ¿No crees? dando a entender que en tal forma atemperaba sus expresiones que arrastraran a Felipe a la fe. Conocía los corazones de sus discípulos. ¿Creéis que Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí? Convenía que vosotros, en oyendo Padre e Hijo, no preguntarais más, para confesar enseguida ser ambos una sola y la misma substancia. Pero si eso no os basta para demostrar la igualdad de honor y la consubstancialidad, aprendedlo recurriendo a las obras. Aquello de: Quien me ha visto también ha visto a mi Padre, si se hubiera referido a las obras, no habría añadido ahora: A lo menos por las obras creedme."
(Homilía LXXIV (LXXIII)
Soy muy tradicional y me gusta como razona san JUAN Crisóstomo, piquito de oro, jejeje.
ResponderEliminarBueno ¿Cuánto tiempo lleva con nosotros Jesús? ...¿ya Le conocemos? tanto por recorrer...tendré que meditar sobre la UNIDAD y ese latinejo tuyo en este magnífico blog: Ut Unum sint. Abrazos fraternos.
Es verdad, parece que todavía no le conocemos los católicos del XXI. Quizás sea porque hacemos caso omiso a todo cuanto nuestros grandes santos y doctores de la Iglesia dejaron escrito, ya que aprender de nuestros mayores requiere humildad y verdad.
ResponderEliminarMucho ha aprendido la Iglesia en 2000 años, más quién lo dijera escuchando a algunos grandes eclesiásticos actuales...más bien parecíera que surgen de la primera herejía agnóstica.
En fin, todo en el Todo quedará recapitulado, pronto.
Abrazos fraternos
Tienes razón. Uno puede volver a leer a este Doctor de la Iglesia y seguir sacando agua hoy, Abrazos fraternos.
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