Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: “¿Qué están haciendo?”, respondan: “El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida”». Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: «¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?». Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban:
«¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene,
el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!».
Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo;y después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania.
No fue por ti que hiciste aquella entrada triunfal. Tú no necesitas nuestros aplausos.
Fue para animar a los tuyos antes de que se desencadenaran los dramáticos acontecimientos que se avecinaban. Primero en el Tabor y ahora a la manera humana.
¿Cuales fueron tus pensamientos, Señor, mientras el pueblo te aclamaba?
Sabías que unos y otros que ahora cantaban y te honraban, a los pocos días estarían gritando: ¡crucifícale! espoleados por las autoridades fariseas...
¡Qué poca cosa somos los pecadores! Es un Misterio de Amor divino lo Tuyo, Señor, que lleva a pensar que dado que no somos precisamente amables Contigo, es Tu propio Ser Divino, Amor Puro e inmutable, el que te mueve a todo cuanto dices y haces en los 4 Evangelios canónicos.
Por eso te seguimos, Jesucristo, porque nunca nadie habló como Tú lo hacías; nunca nadie hizo los signos milagrosos, eso que Tú llamas las obras del Padre. Porque eres verdadero Dios y verdadero hombre, te seguimos, tenemos sed de Tí, mucha sed... Hasta que nos permitas verte cara a cara, por Tu infinita Misericordia, y ya no muramos nunca más.