Cual niña pequeña me acerco a Ti
y vienes a Mí reavivando mi ser
Y al fin me introduces en tu Trina Unidad,
y descanso serena en Ti.
Cual niña pequeña me acerco a Ti
y vienes a Mí reavivando mi ser
Y al fin me introduces en tu Trina Unidad,
y descanso serena en Ti.
Señor Jesús, llena nuestros corazones de Fe, Amor divino, Confianza y Esperanza en Ti, de tal forma que desaparezcan de nuestro horizonte toda negatividad, toda tristeza y angustia.
Enséñanos a abrazar con Amor divino las cruces de nuestras vidas, como lo hiciste Tú y como lo hizo Mamá María de tal forma, que seamos mansos, humildes y tengamos Tu Gozo constante en lo más hondo de nuestro ser.
Que al fin amemos a los demás tal y como Tú nos amaste a todos, y lleguemos, por Tu Gracia omnipotente, a cumplir Tu Santa Voluntad en todo cuanto pensamos, hacemos y vivimos.
Así podremos cantar eternamente Tus Misericordias, Señor, con todos tus santos y ángeles en Tu Vida eterna, amén.
La Medicina para tu época será muy dolorosa, para que muchos, en su dolor, vuelvan a Mí y pueda rescatarlos. Se hace del todo necesaria.
Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum Verbum Tuum
Por Amor te hiciste nada, despreciado y vilipendiado,
machacado cual criminal, abandonado en su penar.
El Dolor que era nuestro,
como nuestro es el pecar,
lo asumiste e hiciste Tuyo,
hasta la morir en el lagar.
¿Por qué tanto sufrimiento, Señor? Siempre, siempre por Amor.
Y Aquel que no permanece en el sepulcro,
porque es Vida divina,
resucitó al hombre en Él,
para que yo Le creyera.
Para que todos supieran
cuanto Amor nos demostró.
El que es omnipotente,
vive siempre en el Misterio,
no Le hallas en lo externo,
sino solo en el Silencio.
Oh bendito Redentor,
que te hiciste con mi pecado,
para cargarlo sobre Tu Hombro,
y rescatarme para siempre,
de la fosa del demonio.
Cantaremos eternamente,
Tus Amores, Redentor,
si nos permites, Generoso,
estar Contigo en Tu Amor.
Que así sea, amén.
Mi Cuerpo es verdadara comida y Mi Sangre verdadera bebida.
Adoremus in aeternum Santisimum Sacramentum!
Aún no ha llegado la hora,
más se acerca inexorablemente.
Es aquella en la que el médico decide dar la amarga medicina
al enfermo. porque ve que no se cura por los medios habituales.
Le llega la hora de un sufrimiento mayor,
aquel por el cual se sentirá del todo inerme,
necesitado de ayuda.
Ese tipo de ayuda que solo Yo puedo darle.
Cuando se convenza de que solo Yo puedo darle alivio,
me compadeceré de él,
porque ha bebido el caliz de la amargura,
y ahora reconoce que sin Mi, nada puede.
En ese preciso momento, en el que abre su alma a Mí, vendré a él,
sanaré sus llagas, derramaré el ungüento divino que conforta, como solo Yo sé hacerlo.
Y así hallará su Bien más grande en Mí.
Salvaré su alma y su cuerpo también.
Entonces y solo entonces, me mostraré a él, y hallará su Paz y su Gozo en Mí.
Que así sea.