viernes, 30 de agosto de 2019

Setiembre 2019


Y ahora, ¿qué?

Contemplando la situación actual de la Iglesia, parece que ya no hay marcha atrás. Resulta con frecuencia desolador.

A lo largo de la historia del hombre sobre la tierra, llegados a una época como la nuestra, en la que todo está permitido, robar, vilipendiar, mentir, y en especial todo tipo de vivencia de la sexualidad se legitima por el mero hecho de que cada uno es libre de escoger, como si no hubiera Dios creador ni redentor que tuviera derecho a legislar sobre lo que es bueno ó malo, no se tarda mucho en arribar al declive más definitivo de la civilización en cuestión.

Los artífices del pretendido cambio en las altas estructuras de la Iglesia parecen saber que no disponen de mucho tiempo para conseguir esos “cambios que ambicionan y que según ellos no tendrán vuelta atrás “.

Eso lo decidirá el Dios uno y trino, por supuesto. Faltaría más.

La Virgen Inmaculada nos ha visitado tantas veces en estos últimos siglos, y aún lo sigue haciendo, pidiéndonos oración y penitencia por nuestros pecados.

Una madre suele tener bastante paciencia con sus hijos, pero lo de Santa María es de cielo, por si alguien no se había dado aún cuenta.

No me gusta seguir supuestas apariciones, mensajes, etc, porque acaba uno dependiente de todas estas cosas, en vez de orientar la propia vida hacia Cristo y su doctrina evangélica. Pero no me extrañaría que no tarde el Señor en darnos “un toque” especial, para abrirnos los ojos, una oportunidad especial para retornar a Él, antes de que sea demasiado tarde.

"Dios es lento a la cólera, rico en piedad", nos recuerda la santa Escritura, pero es que con el aborto institucionalizado, por ejemplo, ya hemos sobrepasado todo límite.

La sangre de estos pobres niños y niñas, clama al cielo, y sabemos por nuestra historia cristiana que nuestro Dios es el Guardián del pobre, del niño, del que sufre de cualquier forma. Repito, el aborto institucionalizado nos garantiza la Ira Santa del Altísimo.
Es cuestión de tiempo.




domingo, 25 de agosto de 2019

Entrad por la puerta estrecha




" Entrad por la puerta estrecha."


Vamos a ver qué nos pide Dios en Jesucristo:

" Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo "

Suena bien, ¿no?

¿Qué supone?

Dado que no se ama lo que no se conoce, lo primero es querer conocer a Dios. Al Dios revelado por Jesucristo. Toda su doctrina divina quedó fielmente reflejada en los 4 santos Evangelios canónicos.
Pues ala, a leer con tranquilidad, sin prisas, con deseos de aprender a conocer al único Dios verdadero.

Luego, darnos cuenta, que esa maravillosa doctrina de Jesucristo ha sido custodiada durante más de 2000 años por su Iglesia, la católica, que existe desde que el Señor la fundó sobre la fe y la persona de Pedro.

Todos los abundantísimos escritos de los santos padres nos lo demuestran, las vidas de los mismos santos y mártires de la fe nos edifican, el magisterio bimilenario nos confirma en la misma fe.

De este primer e imprescindible Mandamiento de amor a Dios surge el segundo: amar a mi prójimo como a mí mismo. Y Jesús aún lo mejoró mandándonos lo siguiente: " Os doy un Mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como Yo os he amado."

Uf, madre mia, anda que no me queda trecho por caminar....
Pero no te desanimes, sigue avanzando, sigue subiendo los peldaños que el Señor te proponga, porque nada pide, para lo cual primero no te haya capacitado.

Sigamos avanzando nuestro camino particular de fe en Jesucristo, viviéndolo en la comunidad eclesial que cada uno tenga, procurando aprender a amar, cada dia un poco mejor, a la manera radical y total como Cristo mismo nos ama. Dio su vida, entre grandes tormentos. Pues cada uno coja su cruz, y avance con la Gracia que a nadie falta.

¿Dónde está la estrechez de la puerta? En todo aquello de lo que debo prescindir para poder amar a Dios y al prójimo como Jesucristo lo hizo. Meta altísima, más con la ayuda de su Gracia, posible.




sábado, 24 de agosto de 2019

Entre el bien y el mal






Hay un punto de inflexión entre el bien y el mal en nuestro interior.

Sabemos que Jesucristo nos ama y está bien dispuesto al perdón.

Pero también sabemos que existe la posibilidad de la eterna condenación.

Hay, en la lucha interior contra el propio pecado, un punto de inflexión en el que podemos optar de forma aparentemente oculta por el mal, incluso con apariencia de bien.

Más el Espíritu Santo de Dios, que todo lo sabe y todo lo penetra, dará testimonio público de nuestro mal que considerábamos oculto.

Por tanto no trae ganancia optar por el mal, ni siquiera a nivel interno. Ni siquiera en las cosas que nos parecen nimiedades.

Ya que el camino del santo sobre la tierra de los pecadores surge de una íntima elección: la del Bien en todo y para todo.



Es reorientar el propio ser hacia Dios, totalmente. A la manera como los girasoles cambian su dirección, buscando siempre la luz del sol que les da vida.

Si tengo batalla interior, quizás sea porque hay algo aún oculto, incluso para mí, porque no lo he reflexionado en profundidad.

Dame Tu Luz Divina, Espíritu Santo, para con Tu Gracia, Jesucristo, reorientar la "maquinaria" más honda en mí, hacia nuestro excelso Padre del cielo, que todo lo puede, que quiso salvarnos en y con Jesucristo, para conducirnos a una Vida sin fin, plena, gozosa, luminosa, maravillosa.

Luz de Dios, ilumina mis estancias oscuras, para que viendo mi pecado más antiguo, más perseverantemente presente y actuante en mí, con Tu Poder y Tu Gracia pueda quedar derrotado, para siempre. 

Ut Unum sint

domingo, 18 de agosto de 2019

" He venido a traer división a la tierra "

Y es así, porque el Señor sabe que muchos no querrán aceptarle.

En las mismas familias, cuando un miembro de ellas se convierte a Jesucristo, ese mismo hecho provocará la división en el seno de la familia, ya que los demás componentes no querrán, al menos inicialmente, sumarse porque sí al cambio ocurrido en el converso.

Y es que vivimos en franca batalla, de orden espiritual, pero no por ello menos dura.

También es cierto que la gracia recibida por un alma que se decide por la santidad, es una fuerza inmensa dentro del seno de una familia. No será la primera vez que el cambio comienza por una persona, y al cabo de los años, toda la familia reconoce el bien que les ha sido dado.

Sin embargo no nos extrañe la lucha que se genera, es de esperar, porque el discípulo no es más que su Maestro, ya sabemos. Con su gracia, podemos.




sábado, 17 de agosto de 2019

Al pan, pan y al vino, vino

Me harta el palabrerío que se genera, con la intención de no crear un cisma en la Iglesia.

No hemos aprendido de tantos silencios mantenidos, incluso ante realidades de pecado que claman al cielo.

No.

El cisma ya lo tenemos. Es un hecho. La linea oficial de la Iglesia católica no es católica, ni cristiana.

Incluso los evangélicos tienen una comprensión más fidedigna de la Palabra de Dios, que estos eclesiásticos, que Dios sabe de dónde salen.

No.

Tenemos que plantarnos.  Ya no más.
Y no es por ser personas conflictivas, de eso nada.
Es por amor y fidelidad a la Palabra de Dios, a Jesucristo y su Iglesia bimilenaria:





¡Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en expiación por nuestros pecados y los pecados del mundo entero!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!

¡Por su dolorosa pasión, ten Misericordia de nosotros!


¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero!

¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero!

¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero!


¡Oh Sangre y Agua, que brotaste del Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en ti confío!


viernes, 16 de agosto de 2019

Reflexión

Estamos siendo purificados, como Iglesia de Jesucristo. Creo que no se puede negar la evidencia.

En esta situación, personalmente me inclino cada vez más a poner toda mi confianza en Jesús y en María, y cada vez menos en las criaturas.



Y no es que no haya santos , personas que son claramente de Dios. Las hay y la Esposa de Cristo se alegra de que estén en su seno maternal.

Sin embargo nada de este mundo pasajero permanece para siempre, nada.
Todos nacemos, vivimos, padecemos y morimos. Y despues: NADA.

Digo nada en el sentido de que, visto desde esta vida mortal, nada queda apenas de los que ya partieron. Su silencio sepulcral es testarudo y tarde ó temprano, se les olvida



Por eso, y porque Jesucristo es promesa de Dios de vida eterna, llega un momento en el que todo cae, los ídolos caen, las seguridades caen, todo cuanto tiene alguna importancia temporal, cae.



Solo Jesucristo permanece para siempre.

Y nosotros, los que creemos en Él y deseamos seguirle, amarle y obedecerle, nos agarramos con todas nuestras fuerzas físicas, psicológicas y espirituales a Él, con María inmaculada, en la Iglesia, Esposa del Señor, y por su gracia y compasión somos hechos UNO con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de aquí a la eternidad. Amén.

jueves, 15 de agosto de 2019

María inmaculada y asunta al cielo

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Demos gracias al Señor por haber creado la inmaculada Concepción, nuestra querida Madre María, que vela con Jesús y según su divina Voluntad, por todos y cada uno de nosotros. 

Después de Cristo, nuestra madre del cielo es tabla de salvación, puerto seguro, lucero en la noche, auxilio de los cristianos, y tantos otros títulos hermosos que la Iglesia, a lo largo de los siglos, le ha dedicado con cariño.
 
Por todo ello y hallándonos en esta gran tormenta desatada en el seno de la comunidad católica internacional, en el seno de la Iglesia católica, cuando muchos callan por no trocearla, otros gritan con amor apasionado hacia Cristo, y la mayoría nos sentimos manipulados hasta la saciedad, ponemos en tus inmaculadas manos el presente y el futuro inmediato de la Esposa de Cristo, de la que tú eres Madre y Maestra.
 
¡En esta hora dolorosa, confiamos todo nuestro dolor eclesial a Ti, Medianera de todas las gracias de Jesucristo, Corredentora con Él de todo el género humano!

Madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros





Se elevó majestuosa desde el suelo
envuelta en el cendal de la alborada,
por ángeles y arcángeles llevada,
flotando en el azul su airoso velo.

Alcanzando el Empíreo su vuelo,
entra triunfante en la eternal morada
y al punto es bendecida y coronada
como Señora y prez del alto cielo

Es la Madre de Dios, Virgen María.
en el Cielo, con grande regocijo
repiten sin cesar su santo nombre.

¡Oh gloriosa Asunción! En este día
ella recibe el beso de su Hijo
y el abrazo del Dios, que se hizo hombre.


José María Zandueta Munárriz


Virgo Maria assumpta est in caelum

martes, 13 de agosto de 2019

Novena de confianza al Sagrado Corazón de Jesús




 La confianza es un acto de la voluntad por el que esperamos conseguir de Dios nuestra salvación y los medios necesarios para ello. Es una virtud que encierra fe, esperanza y caridad. El fundamento de la confianza está en que Dios es nuestro Padre, que cuida de nosotros más que de los pájaros y los lirios (Lc. 12, 24-27).

Nadie disfruta más de la bondad del Corazón de Jesús que el que tiene mayor confianza en Él. El peor y mayor mal que el demonio nos hace después del pecado, es hacernos desconfiar. "Lo que más le agrada es la confianza en Él" (Santa Margarita María de Alacoque).

Necesitamos la confianza y la mejor manera de alcanzarla es pedirla a Dios.

Podemos pedir la confianza y todas las gracias y bienes que necesitamos con "la Novena de Confianza".

"Vayamos con confianza al trono de la gracia". (Hb. 4, 16).

Modo de hacer la Novena de Confianza:



Oh Jesús, a tu Corazón confío (esta alma, esta pena, este trabajo...), míralo, después haz lo que tu Corazón te diga; deja obrar a tu Corazón.

Oh Jesús, yo cuento contigo, yo me fío de Ti, yo me entrego a Ti, yo estoy seguro de Ti.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío (nueve veces).

Oh dulce Jesús, que has dicho: "Si quieres agradarme, confía en Mí; si quieres agradarme más, confía más; si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente; las almas confiadas son las robadoras de mis gracias". Yo confío inmensamente en Ti. En Ti, Señor, espero; no sea yo confundido eternamente. Amén.


ORACIONES



ACTO DE CONFIANZA EN EL CORAZÓN DE JESÚS

 ¡Oh Corazón de Jesús!, Dios y hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Vos confían; Vos nos decíais amablemente: “Venid a mí”; y nos repetís las palabras que dijisteis al paralítico: “Confía, hijo mío; tus pecados te son perdonados”, y a la mujer enferma: “Confía, hija; tu fe te ha salvado”, y a los Apóstoles: “Confiad, yo soy, no temáis”. Animado con estas vuestras palabras, acudo a Vos con el corazón lleno de confianza, para deciros sinceramente y de lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús, en Vos confío.

(A cada invocación decimos “CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO"!

En mis alegrías y tristezas,

En mis negocios y empresas,

En mis prosperidades y adversidades,

En las necesidades de mi familia,

En las tentaciones del demonio,

En las instigaciones de mis propias pasiones,

En las persecuciones de mis enemigos,

En las murmuraciones y calumnias,

En mis enfermedades y dolores,

En mis defectos y pecados,

En la santificación y salvación de mi alma,

Siempre y en toda ocasión,

En vida y muerte,

En tiempo y eternidad,

 Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en vuestra bondad; y, por el Corazón de vuestra Madre, os pido que no desfallezca nunca esta mi confianza en Vos, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Vos quisierais enviarme, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seáis mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.



ORACIÓN FINAL

¡Oh, Señor Jesús!, vuestros santos misterios infundan en nosotros un fervor divino, con el que, recibida la suavidad de vuestro dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar lo terreno y amar lo celestial. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.



ACTO DE CONFIANZA DEL BEATO CLAUDIO DE LA COLOMBIÈRE

 Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en ti esperan y de que nada puede faltar a quien de ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y descansaré, porque Tú, solo Tú has asegurado mi esperanza.

 Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

 Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

 A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor, ha quedado frustrado en su confianza. Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de ti, Dios mío, es de quien lo espero. En ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.

 Bien conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de ti y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de ti. Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción; y para llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede llegarse, te espero a ti mismo, Creador mío, para el tiempo y para la eternidad. Así sea.


Sagrado Corazón de Jesús, sella mi alma para que jamás vuelva a cometer un pecado mortal.

En Vos confío.

(https://oracionesydevocionescatolicas.com)