de ojos negros y mirada limpia,
no sabías que no heredaste
la negra peste de la rebeldía.
Tú amabas con todo tu ser
a tu Dios bello que eligió a Israel,
tú te dabas, sin reserva alguna,
al Altísimo que te anunció Gabriel.
Y ahora dicen que tu virtud
consiste en ser madre,
como todas las demás.
Pero no saben que en realidad
tú eres via por donde entrar.
Que tanto Dios como la humanidad,
te necesitan, Mujer sin par,
para que fluya de arriba abajo,
la Sangre santa que se nos da,
el Cuerpo santo ya hecho Pan,
que alimenta el alma y el caminar,
hacia lo alto de un altar,
en donde Cristo alzado está.
Oh, mi Señora, pequeña soy,
y mi Corredentora te nombro hoy,
porque Él quiso y sigue queriendo,
que Medianera tú eres ya.
¿Y quien soy yo para juzgar
lo que el Altísimo quiera atar ?
Lo dije una vez y lo repito: es como delicado incienso que sube hasta nuestra Madre. ¡Bendita sea nuestra Madre la Virgen María!
ResponderEliminarAbrazos fraternos.
Bellísimo, como dice Peregrino, suave incienso. Pero qué bien conoce tan pequeña sierva a su Señora!
ResponderEliminarAbrazos fraternos.