Y
ahora, ¿qué?
Contemplando
la situación actual de la Iglesia, parece que ya no hay marcha atrás. Resulta
con frecuencia desolador.
A
lo largo de la historia del hombre sobre la tierra, llegados a una época como
la nuestra, en la que todo está permitido, robar, vilipendiar, mentir, y en
especial todo tipo de vivencia de la sexualidad se legitima por el mero hecho
de que cada uno es libre de escoger, como si no hubiera Dios creador ni
redentor que tuviera derecho a legislar sobre lo que es bueno ó malo, no se
tarda mucho en arribar al declive más definitivo de la civilización en
cuestión.
Los
artífices del pretendido cambio en las altas estructuras de la Iglesia parecen
saber que no disponen de mucho tiempo para conseguir esos “cambios que
ambicionan y que según ellos no tendrán vuelta atrás “.
Eso
lo decidirá el Dios uno y trino, por supuesto. Faltaría más.
La
Virgen Inmaculada nos ha visitado tantas veces en estos últimos siglos, y aún
lo sigue haciendo, pidiéndonos oración y penitencia por nuestros pecados.
Una
madre suele tener bastante paciencia con sus hijos, pero lo de Santa María es
de cielo, por si alguien no se había dado aún cuenta.
No
me gusta seguir supuestas apariciones, mensajes, etc, porque acaba uno
dependiente de todas estas cosas, en vez de orientar la propia vida hacia
Cristo y su doctrina evangélica. Pero no me extrañaría que no tarde el Señor en
darnos “un toque” especial, para abrirnos los ojos, una oportunidad especial
para retornar a Él, antes de que sea demasiado tarde.
"Dios es lento
a la cólera, rico en piedad", nos recuerda la santa Escritura, pero es que con
el aborto institucionalizado, por ejemplo, ya hemos sobrepasado todo límite.
La
sangre de estos pobres niños y niñas, clama al cielo, y sabemos por nuestra
historia cristiana que nuestro Dios es el Guardián del pobre, del niño, del que
sufre de cualquier forma. Repito, el aborto institucionalizado nos garantiza la
Ira Santa del Altísimo.
Es
cuestión de tiempo.
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