El Espíritu Santo al que invocamos para pedir luz y entendimiento, amor y todo don celestial, NOS INSTRUYE EN LOS SECRETOS DE LA DIVINIDAD.
De aquí surge el amor de los grandes santos de la Iglesia por la Sagrada Escritura, que es Palabra viva de Dios que reanima los espíritus y los une por el Amor a Dios, a Jesucristo, y por Él los hace hijos verdaderos del "Yo Soy" bíblico.
Uno de los grandes santos enamorados de la Sagrada Escritura y maestro indiscutible de ella es San Jerónimo. Hombre apasionado por la Palabra viva y divina, dedicó toda su vida a hallar las respuestas de Dios mismo latentes y vibrantes en la Santa Escritura del antiguo y el nuevo Testamento.
Leyendo el inicio de la carta encíclica Spiritus Paraclitus de Benedicto XV, podemos recordar lo siguiente:
"Jerónimo, pues, alimentó continuamente su ánimo con
aquel manjar suavísimo, explicó las epístolas de San Pablo, enmendó
según el texto griego los códices latinos del Antiguo Testamento,
tradujo nuevamente casi todos los libros del hebreo al latín, expuso
diariamente las Sagradas Letras a los hermanos que junto a él se
reunían, contestó las cartas que de todas partes le llegaban
proponiéndole cuestiones de la Escritura, refutó duramente a los
impugnadores de la unidad y de la doctrina católica; y pudo tanto el
amor de la Biblia en él, que no cesó de escribir o dictar hasta que la
muerte inmovilizó sus manos y acalló su voz. Así, no perdonando
trabajos, ni vigilias, ni gastos, perseveró hasta la extrema vejez
meditando día y noche la ley del Señor junto al pesebre de Belén,
aprovechando más al nombre católico desde aquella soledad, con el
ejemplo de su vida y con sus escritos, que si hubiera consumido su
carrera mortal en la capital del mundo, Roma."
Y he aquí que esta última frase la podemos enlazar con la situación de nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI, es decir, la llamada del Señor para meditar dia y noche la ley del Señor, aprovechando más a la catolicidad desde su soledad y obediencia a la moción del Espíritu Santo que una vida entera de predicación por voluntad propia.
El que lea, que entienda.
Amiga, resestructura esta entrada, con la encíclica de 1920.
ResponderEliminarSin duda el XVI la ha leído del XV y la entendido como dice y efectivamente la ha aplicado y hecho suya, sobretodo porque parece el camino de la Cruz que le queda por recorrer en este martirio papal.
http://w2.vatican.va/content/benedict-xv/es/encyclicals/documents/hf_ben-xv_enc_15091920_spiritus-paraclitus.html
abrazos fraternos.
Uy, qué fallo más gordo... ¡Gracias por avisarme! Ahora mismo lo corrijo. Ya ni con gafas me ahorro la mala vista, jejeje
ResponderEliminarTienes razón, le queda y está en el camino de dolor hacia su traspaso definitivo. Acompañemosle con nuestro cariño y oraciones.
Abrazos fraternos
Yo, tal como está el papado, hubiera preferido verlo en un martirio subido a la cruz como su santo predecesor. Abrazos fraternos.
ResponderEliminarpero no vale lo que yo o tú prefiramos sino lo dispuesto por el Señor. ¿No ves que mientras Benedicto XVI viva el otro no dispone de plena libertad para hacer y deshacer a su antojo?
ResponderEliminarY aún y así tanto mal que está haciendo...
Cada persona tiene una llamada personal e intransferible, y tú sabes que muchas santas monjitas salvan más almas desde su enclaustramiento y vida de amor a Dios, que otros que andamos por el mundo....
No comprendemos del todo el porqué de la dimisión de Benedicto XVI, pero él mismo dijo que el Señor se lo había pedido.
Abrazos fraternos