domingo, 2 de febrero de 2020

Por miedo a la muerte, pasaban la vida como esclavos

Lectura de la carta a los Hebreos 2, 14-16

" Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos."



Repitamos lentamente, meditativamente, contemplemos:

Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, 
 y por lo tanto heredan el pecado original y con él la muerte,
así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, 
 sin heredar el pecado, ya que nace de la Inmaculada pero sí su fruto, que es la muerte,
para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, 
porque Cristo, muriendo en la cruz, y siendo Dios, resucita y transforma su humanidad, alma y cuerpo, en inmortal
es decir, al diablo, 
es señor de la muerte aquel que les dijo: No, no morireis, bien sabe Dios que no morireis, sino que sereis conocedores del bien y del mal..... Es señor de muerte y mentira.
y liberar a cuantos, 
por miedo a la muerte, 
pasaban la vida entera como esclavos.

Cristo nos libera de la muerte y del señorío del maligno sobre nosotros, ciertamente. 

Y nos libera de una vida de esclavitud, sí, esa vida pecaminosa a la que nos hemos acostumbrado, y de la que muchos no creen poder salir...

Por eso dicen que es malo no fornicar, es malo pensar en los demás, etc. Se han acomodado a ser pecadores y viendo su esclavitud, nisiquiera contemplan la posibilidad de poder dejar de serlo. 

Es vivir una maldición con apariencia de normalidad, de vida suficiente para lo que es ser hombre. Y nada más lejos de la realidad.

¿Tenemos miedo a ser liberados por Cristo?

¿Nos hemos acostumbrado a ser pecadores?

¿Le dejo a Cristo transformarme como Él quiere, liberándome de mi pecado, y santificándome como Él lo desea?

Si tengo miedo a la muerte, procuraré preservar mi condición actual.

Si creo en Jesucristo, confiaré en Su Poder, y siendo consciente de mi ignorancia, me dejaré trabajar por su Espíritu Santo, sabiéndome pequeño y pobre, pero confiando plenamente en el Hijo de Dios que me redime integralmente: cuerpo, corazón, entendimiento y alma.

Que así sea, para todos, con la ayuda inestimable de nuestra Mamá del cielo.

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