viernes, 14 de marzo de 2025

Yo solo sé que no sé nada, dijo aquel sabio


¿ Qué puede el hombre que no haya recibido de Dios ?



 

Aunque seas el hombre más rico sobre la tierra, presidas la nación más grande o seas el Influencer más exitoso, polvo eres, y al polvo retornarás.

Lo único que realmente te eleva por encima de tu condición humana, es el amor y la plena entrega a Dios en Jesucristo, Su único y amadísimo Hijo.

Cuanto menos cuentes con tus propias fuerzas, y más cuentes con las del Altísimo, más avanzarás a Sus ojos divinos, siempre con la meta bien clara: que se cumpla Su divina Voluntad, Su eterno proyecto para tu vida, en ti.

No creemos en Jesucristo, para tener como meta el hacer mi propia voluntad, mi propio deseo. Eso nos alejaría de Dios. No. Hemos sido creados y redimidos para vivir orientados hacia Él y sabiendo que Él es perfecto y que elegir Su Voluntad para nuestra vida es, sin duda alguna, la mejor elección.

Dejemos que un gran santo nos lo explique meridianamente claro:


¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no existirían.

Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;
gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;
me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti.

San Agustín de Hipona

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