miércoles, 2 de agosto de 2023

Evangelio según San Mateo, capítulos 9 y 10

Leyendo a San Mateo, se ve claramente que Jesucristo desde el principio de su evangelización, realiza milagros de curación corporal, mental y espiritual. Y resucita muertos. Sus obras escandalizan a los fariseos porque al no entender que Él es Dios verdadero y hombre verdadero, sospechan que el poder le viene del maligno.
Lo cual es un sinsentido, ya que curar y resucitar a alguien es hacerle un bien.
Pero ellos no lo comprenden, se cierran en banda, y desconfían.

Jesucristo es un varón compasivo para con todo ser humano sufriente, y pone Su Poder omnipotente al servicio de ese Amor divino y humano que le lleva a compadecerse del sufrimiento humano.

Por lo tanto, Su Corazón es compasivo, misericordioso y sanador en la más amplia acepción de la palabra.

Lo genuino en Jesucristo es compadecerse del estado lastimoso de los pecadores y sanarles como fruto de esa compasión, en el cuerpo, la mente y el espíritu.

Por lo tanto es una característica genuina en la Persona de Jesucristo el ser compasivo para con el estado de miseria al que el pecado del hombre lo ha conducido.

El pecado es siempre merma, es pérdida para el ser humano, le resta al hombre creado por Dios todo tipo de capacidades corporales, mentales y espirituales que Dios mismo le había conferido, como, por ejemplo, la inmortalidad.

por eso la Virgen en Fátima les dice a los niños: rezad por los pobres pecadores, porque nadie reza por ellos

En la claridad con la que Cristo y María ven la gran pérdida del hombre pecador, se ven impelidos a ayudarle a recuperar, por la Gracia redentora de Jesucristo, un estado del que habían sido excluidos por su propio pecado y el de los demás.

Por eso dice también la santa Escritura que lo que hace Jesucristo es una nueva Creación que surge de su Dolor infinito, su muerte y su Resurrección, como de una nueva condición que Dios mismo ofrece al pecador arrepentido al que concede participar de su naturaleza divina y quedar así no solo redimido sino divinizado.

Ese es el Amor omnipotente de reside en el Sagrado Corazón de Jesús, y que nos es ofrecido generosa- e inmerecidamente en el Sacramento de la Reconciliación, y en especial en la Santa Comunión de su Cuerpo y Su Sangre.

Nos lo ha dado todo. Ahora nos toca corresponderle con todo nuestro ser y entrega.

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